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woensdag 2 augustus 2017

Todavía-no-tan-audaces tacones

La Glorieta de Belgrano... El nombre en si ya suena como una dulce promesa de volatilidades románticas de noches estivales. Momentos sublimes y un arsenal de sensaciones ofrece la milonga del elegante pabellón de música en el parque Barrancas de Belgrano. Para los bailarines y los espectadores igual, no todo el mundo viene a bailar. Los matices suaves de la música y las luces seductores tienen una atracción mágica para cualquier persona que esté cerca. Hay gente mirando y hablando, jóvenes echados en el pasto tomando mate, viejos comentando desde su banquito, niños jugando o bailando espontáneamente. El público forma parte del espectáculo, de la atmósfera de cuento de hadas. Más allá la vida continúa; tráfico, colectivos, el tren. Sin embargo, los sonidos llegan atenuados, como de otro mundo, otra realidad.

Las escaleras son la esclusa a otro universo. Sobre los escalones anchos los bailarines descansan, e intercambian sutilmente sus miradas de contacto, mientras que las mujeres recién llegadas cambian sus zapatos. Una vez subido las escaleras, la cartera se engancha a la rejería de hierro forjado. Casi un acto simbólico… liberado de su último lastre, hombros y brazos están disponibles para el abrazo llamado tango. El ambiente es acogedor e informal: no hay reservas, ni mesas, ni competencia por el mejor lugar. Al anochecer, un organismo creciente de cuerpos sincronizados llena la hermosa pista de piedra circular, que tantos pasos sostuvo. Todo parece admisible: una abigarrada colección de zapatos de tango, zapatos para caminar, chancletas, ropa de baile, ropa de calle, jóvenes, viejos (y aún más viejos), amigos, amantes, parejas, solteros, principiantes, intermedios, Argentinos, extranjeros, y más que nada todos los estilos de baile se lucen. Tango sin reglas, para todos, para el amor y para la diversión.

Ahora que voy más frecuente y disfruto de mis avances, llegó el momento de explorar más a fondo las milongas. Los jueves por la noche con música en vivo en La Viruta fueron un buen comienzo y al principio toda una experiencia. Pero la falta de progreso me desanimó. ¿O se estancó el desarrollo precisamente a causa de la baja frecuencia? De todos modos, siempre terminaba en la misma clase de ochos, con el resto de los torpes. Un círculo vicioso que ahora se está por romper. Bastante valiente digo, porque francamente el tango me inspira un poco de ansiedad. Sin suficiente experiencia, sin la confianza de que no voy a crispar inmediatamente y con la sensación de ser un elefante con dos piernas izquierdas en una tienda de porcelana, las milongas parecen lugares oscuros y temidos donde únicamente estaré invadida por todos mis demonios de tango.

Hasta anoche, en la Glorieta. Brilla esperanza en el horizonte para las almas de tango principiantes. No es que soy directamente la heroína. Antes de que llegara mi compañero de baile y que pude ponerme mis todavía-no-tan-audaces-tacones ya me tocó la suerte de un primero "¿Bailas?". Los utilicé como pretexto, los zapatos…. Antes de que ellos se dejen guiar por cualquier galán ya estarán desgastadas las suelas. Momento perfecto para dejarme calzar un par más atrevidos.



(Esta columna fue publicada en la revista de tango holandesa “La Cadena” en diciembre del 2010 bajo el título "Nog-niet-zo-stoute schoenen". La traduje ahora para celebrar mi vuelta al abrazo del tango en los últimos meses).

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