usa la cleta

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donderdag 26 februari 2015

Noches mágicas #6 - Caballito

Volver a casa de tu clase de tango, un lunes a la noche. Caminar tranquilamente por Pedro Goyena, la avenida más bella de la ciudad. Sentirse simplemente feliz andando ahí, donde la serenidad del anochecer envuelva a tí y a los árboles majestuosos. Recordar de repente que debes llevar un cerebro de vaca a la clase de Anatomía a la mañana; unas semanas más tarde el sistema nervioso central está programada y los estudiantes deben traer su propio material.

Tomar rumbo hacia el Mercado de Progreso, que fortunadamente está siempre abierta hasta las nueve. Entrar y pasear por las galerías del mercado antiguo, donde los mostradores exhiben sus productos deliciosos y donde huele siempre a pan fresco. Buscar la sección de los carniceros artesanales con sus brazos fuertes y delantales blancos, ver como cortan las reses y preparan sus especialidades debajo de los arcos altos.

Sentir como durante esta misión especial sucede algo hermoso en tu propio cerebro. Darse cuenta que esta noche vas a recordar para siempre, que este momento lúcido y notable está imprimiendo una memoria indeleble. Dejar penetrar como un rayo de sol resplandeciente de oro puro la comprensión de que en algun momento va a haber un día que ya no vivieres más aquí para estudiar y bailar, día en lo cual fueres a mirar a tu epoca en Buenos Aires y saber que ha sido un período de tu vida extremadamente especial y valioso.

Preguntar y enterarse de que el carnicero te puede ayudar: siempre le entregan carcasas frescas los lunes. Acurrucar con cuidado en un recipiente los dos grandes puños de giros cerebrales que te alcanza. Reir con tu mismo, mirandote caminar por el Mercado con tu bandeja de contenido sangriento, guardandola cuidadosamente como si fuera la reliquia más preciosa del mundo. Intuir que tu cara y todo tu ser deben irradiar una felicidad atrayente, ya que todos los carniceros dejan de trabajar para verte pasar, abren su boca como para decir algo, pero no escuchas ningún sonido. Moverse como en una especie de película en cámara lenta. Flotar tal vez, radiante.

Refrigerar el cerebro bovino durante la noche y conservar en formol, el día siguiente en la facultad. Conservar tu sentimiento de suma felicidad la misma noche ya, como una nueva joya reluciente entre tus miles de recuerdos atesorados. (Buenos Aires, 16 de mayo, 2011. Publicado como Domweg Gelukkig in MI NUEVO RITMO)

vrijdag 20 februari 2015

Noches mágicas #5 - San Telmo

Empezar el día de mejor manera: rendir un final oral de Cirugía, aprobar. Sonreir, contenta que tu 4º año de Ciencias Veterinarias está por terminar con muy buenos resultados. Ir a bailar salsa en El Toque Cimarrón, donde toca la banda Sonora Camarón, para celebrar. Tomar el 2 en Rivadavia, a esa hora nocturna llegas muy rápido a San Telmo. Mirar a las avenidas calmas durante el viaje, a los edificios oscuros y silenciosos, inhalar la atmósfera de una ciudad que se prepara para dormir. Bajarse en Belgrano, caminar por Perú. Encontrar unos cartoneros trabajando al otro lado de la calle. Recibir sus piropos “reina hermosa”, y “si la belleza fuera pecado no existiría perdón para vos” con una sonrisa enorme. No preocuparse de las discusiones modernas sobre la cosificación de las mujeres. Considerar que para esos pibes, es su manera de comunicar y tu sonrisa simplemente funciona de contribución silenciosa pero elegante a su conversación. Sentirse segura en las calles de la ciudad, por estar abierta a este tipo de interacciones, sin miedo ni prejuicios.

Subir las escaleras hacia la sala de baile, la banda recién está a punto de comenzar. Sentarse, esperar que se llena el local. Percibir por el rabillo del ojo que se acerca desde el escenario un hombre hermoso de pantalón rojo, hablando por teléfono. Inclinar la cabeza instintivamente y desviar la vista, encontrar en un instante corto pero decisivo sus ojos con tu mirada inquisitiva. Sonreir de pura intriga mientras que desaparece detrás de tu espalda. Escuchar unos temas de la banda, bailar un poco, mirar a los demás bailando. No sorprenderse cuando el hombre atractivo reaparece con su mano extendido, pidiendote que bailas con él. Dejarte llevar a la pista. Intercambiar sonrisas confidenciales, casi conspirativas. Palpar el ritmo. Comprender al toque sus movimientos, obedecer sus manos que lideran una coreografía de figuras infinitas, acomodarse en sus brazos dirigentes, sentir su calor. Bailar como bailaste toda tu vida con este incógnito. Sentirse impresionada por su estilo impeccable, su altura, su fuerza, su gracia. Brillar. Gozar de la admiración mutua cada vez que los movimientos sincronizados brevemente les permiten cruzar miradas. Besarle la mejilla que te ofrece al fin del baile. No tener palabras. Sentarse y mirarse boquiabierta a los manos con la sensación de estar tocada hasta las fibras más íntimas de todos tus tejidos. Preguntarse como es posible que continuaron funcionando las rodillas, qué milagro que no se aflojaron en el acto. Tomar unos minutos para recuperarse. Girar la cabeza, buscar al ilustre criatura que te iluminó la noche, que te inspiró a bailar tan divino. No hallar más su figura, buscar en vano hasta que finalmente lo ubicas... en el escenario entre los demás artistas, tocando trombón! Admirarlo con fascinación. Esperar que termina tocar, deseosa de hablar con el, de agradecerle, pedirle bailar otra vez, decirle qué delicioso baila.

Perderle de la vista y no volver a ver el trombonista misterioso... bailó un solo tema, tocó unos temas con la banda, y desapareció. Sonreir por enesima vez. Sonreir con melancolía por el momento enigmático, de sublimidad volátil e insuperable, sabiendo que nunca más en tu vida vas a bailar como esta noche con él.
(Buenos Aires, 11 de diciembre 2014. Por ser el último show en diciembre, esa noche la banda despidió el año con amigos y músicos invitados)